Colegio Oficial de Ingeniería Geomática y Topográfica
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Uno de los nuestros... se fue: Marcos Fernández, una vida dedicada a la topografía

 
 
MARCOS FERNÁNDEZ. MI PADRE. UNA VIDA DEDICADA A LA TOPOGRAFÍA

El pasado día 22 de febrero de 2021 falleció en Valencia a los 91 años de edad mi padre, Marcos Fernández Sánchez, colegiado nº 1.008 en el Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos en Topografía.

Se despidió de este mundo casi solo, únicamente pudimos acompañarle sus hijos y nietos debido a las restricciones por la situación de pandemia que estamos padeciendo, y estas líneas solamente pretenden ser una pequeña compensación después de tantos años de dedicación, ya que pienso que al menos merecía que hiciésemos un pequeño homenaje a su figura, contando por él su vida, la de un hombre que vivió unos tiempos sin duda más difíciles y con menos medios que los de ahora, pero que sobre todo amaba su trabajo, la obra y su profesión de topógrafo.

Siempre he pensado que no he conocido a nadie más enamorado de su trabajo. Incluso ya jubilado, sus lecturas y sus aficiones, la astronomía y los relojes de sol, estaban directamente relacionados con él y siempre estaba disponible para algún amigo que tuviese que medir algún terreno o quisiera consultarle cualquier duda.

Todos los días empezaba su saludo preguntándome cómo me iba la obra. Creo que por una parte quería saber realmente cómo me iban las cosas, pero por otra esperaba que yo le contara algo que le diese la oportunidad de recordar anécdotas suyas o darme algún consejo. Esos consejos que tanto valor han tenido para mí, que tendré presentes cada día y que fundamentalmente estaban basados en sus principios, la dedicación al trabajo y sobre todo la honradez.

No quería continuar sin repasar, aunque sea brevemente, su dilatada trayectoria profesional, comenzando su andadura en los años 50 en su querida Asturias en la empresa Construcciones Llaneza, ya desaparecida, principalmente en obras de mejora de la deficiente red de carreteras existente en aquellos años en la región.

Rectificación de trazados de carreteras con mil curvas y baches, puertos de montaña, puentes… Toda la semana fuera de casa en lo más recóndito de la provincia, algo que, pese a que le gustaba como nada lo que hacía, él nunca llevó muy bien.

Recuerdo una anécdota bastante curiosa que contaba que es bastante representativa de las condiciones en las que se trabajaba en esos años. Habían tenido que hacer unas voladuras en las obras de una carretera y les sobró algo de explosivo. Como era muy tarde y el lugar alejado, no había tiempo de llevarlo de vuelta al polvorín antes de que cerrasen, y pensando en la situación de aquellos años 50, con los grupos de maquis aún merodeando por aquellos montes, decidió que la única solución era cargarla en el Land Rover y llevársela a la guardia civil. Le costó bastante convencer a los guardias de que era lo más seguro y que el explosivo sin detonante no era peligroso, pero al final el vehículo y su carga pasaron la noche aparcados en el patio del cuartel.

A principios de los años 60 le llegó una oferta de Hidroeléctrica Española, que buscaba personal con experiencia para integrarse a su equipo técnico de supervisión y control de las obras de las grandes centrales hidroeléctricas que estaba comenzando a construir en el río Tajo, entre la provincia de Toledo y la frontera con Portugal.

Entonces no abundaban los topógrafos y, como la oferta le pareció muy atractiva, decidió trasladar su residencia, con su mujer y entonces tres hijos - yo ya nací a orillas del Tajo - al poblado de Valdecañas para participar en la construcción de esta central.

Valdecañas estaba formada por una presa de arco-gravedad de hormigón, con una altura sobre cimientos de 98 m. y una longitud de coronación de 290 m. La central tenía una potencia instalada de 225 MW y el volumen de embalse 1.446 Hm³.

La obra se encontraba comenzada, incorporándose a ella a principios de 1962, justo antes del comienzo de los trabajos de ejecución de la bóveda. La obra se terminó y comenzó a producir energía en enero de 1964.

Contaba que cuando llegó, a cargo de la topografía había un geómetra italiano, un tal Piccione, que cada vez que había algún problema aprovechaba para marcharse a su país a ver a la familia. El caso es que un día se marchó y ya no volvió más. Así que le tocó a él un duro comienzo de enmendar por sí solo errores anteriores. Siempre dijo que era la obra en la que más duro había tenido que trabajar.

También es la obra que le traía más recuerdos. Imagino que por ser la primera de este tipo, en la que tuvo que cambiar de trabajar en obras lineales a otra tipología totalmente distinta, pero también creo que nunca olvidó a su jefe de entonces, Enrique Torres. Me consta que tenían una estrecha relación y le afectó mucho su fallecimiento en accidente laboral cuando la obra estaba prácticamente terminada. El único accidente mortal de la obra y se llevó al ingeniero director de obra.

No obstante, en aquella época y dadas las condiciones adversas, no dejaba de ser un logro realizar una obra de esas características con un solo fallecido. Como ejemplo, el año siguiente, la rotura de una ataguía en Torrejón el Rubio segó la vida de unas 70 personas. Esta es la única en la que no participó mi padre, así que no tengo demasiados datos sobre el suceso.

Finalizada, le asignaron a las obras de la cercana central de Azután. Se trataba de una presa de contrafuertes, con una altura de 55 m., una central de 180 MW. de potencia y un embalse de 85 Hm³. Yo nací por esos años en un pueblo cercano, ya que la empresa aquí no construyó poblado residencial.

Terminadas las obras, sobre 1971, nuevo traslado con la familia y la casa a cuestas hasta el poblado de la central de Alcántara. Aquí no estuvimos mucho tiempo, alrededor de un año. La obra estaba recientemente terminada y se le necesitaba para colaborar en los trabajos de auscultación de esta gran estructura para analizar su comportamiento en servicio. Realmente era un destino puente hasta el comienzo de la siguiente instalación, Cedillo, justo ya en la frontera con Portugal.

Cedillo estaba situado en un enclave recóndito y aislado y con una carretera muy deficiente que se tuvo que reparar, por lo que mis padres se vieron obligados a dejar a mis hermanos internos en colegios lejanos, solo venían en vacaciones y el único que vivía con mis padres en el poblado de la empresa era yo. Se trata de la época de la que yo empiezo a tener más recuerdos, sobre todo de la vida en los poblados de las obras. Estos se construyeron por la falta de vivienda para alojar al personal y sus familias, ya que el único pueblo cercano tendría unos 500 habitantes. En estos había varios tipos de viviendas según la categoría del trabajador y las condiciones de las viviendas para los técnicos donde vivíamos nosotros - unos pareados con un amplio jardín, pistas deportivas, piscina, el colegio, la tienda, la clínica cerca… (y que iba a ser, terminada la obra, el poblado permanente para la explotación de la central) - no se parecían en nada a las de los bloques de viviendas provisionales que se construyeron al otro lado de la carretera para los encargados, capataces, administrativos, etc. ni a las de la empresa contratista, y mucho menos a las de las prefabricadas para los conductores y auxiliares de todo tipo que había en otra zona. La verdad es que la separación por clases era bastante marcada. Menos en el colegio, ahí nos juntábamos los hijos de todos.

Volviendo a la obra, constaba de una presa de 34 m. de altura, en la confluencia de los ríos Tajo y Sever, cuyos estribos apoyaban en tierras portuguesas y la central, en el centro de la presa, estaba en territorio español, accediéndose desde España a la misma a través de un puente. Tenía una potencia instalada de 440 MW y un volumen de embalse de 260 Hm³.

Fueron nuevamente años de lucha contra la orografía del terreno, las crecidas de los ríos, los derrumbes de laderas… Recuerdo un verano, creo que era 1972, en el que nada más llegar a Oviedo de vacaciones le llamaron de la obra y le tocó volver al día siguiente, más de 600 km por aquellas carreteras, porque algo grave había pasado. Años más tarde me contó que un corrimiento de tierras había sepultado a 11 trabajadores y que nunca olvidaría esos días de búsqueda contra reloj ni las escenas que le tocó vivir durante las tareas de rescate. Un nuevo ejemplo de la dureza de las condiciones de trabajo.

De todas formas, vivir allí fue una experiencia que además le dio la oportunidad de conocer Portugal y sus gentes. Aún conservaba un juego de bolígrafos regalo del alcalde de Portalegre, la ciudad portuguesa más cercana a las obras.

En 1975 le trasladaron a la Comunidad Valenciana a la obra de la Central Nuclear de Cofrentes. La central era del tipo BWR, con un reactor de 1.092 MW de potencia. Otro tipo de obra y con otros procedimientos, pero una obra al fin y al cabo. Fueron años de conocer gentes de otros países y de tener que ponerse a estudiar inglés para comunicarse con los americanos de General Electric.

Fueron alrededor de siete años de obras. Vivíamos en Requena y a mi padre le llevaban a Cofrentes cada día en un autobús fletado por la empresa.

En 1983 Cofrentes estaba terminada y su siguiente destino fue el Aprovechamiento Hidroeléctrico de Cortes de Pallás. Volvía a lo suyo, las presas, donde más a gusto se encontraba. Esta vez era más grande, pero también lo eran el equipo y los medios disponibles. De todas formas las condiciones eran las mismas, emplazamiento aislado, terreno abrupto, crecidas del río… Más medios, pero las mismas dificultades.

Se trataba de una central con dos elementos funcionalmente diferentes, el salto de Cortes II y la Central de bombeo de La Muela. Cortes II constaba de dos presas: la propia Cortes II, de tipo arco- gravedad con 116 m de altura y una central de 280 MW de potencia, y la presa de El Naranjero, también de arco-gravedad, con 84 m de altura. La central de La Muela era un sistema de acumulación por bombeo, con un depósito superior de 20 HM³ y con un desnivel de 600 m., una central con tres turbinas reversibles y una potencia total de 560 MW en bombeo y 621 MW en turbinación.

Le asignaron la jefatura del departamento de topografía de Cortes II, con la presa y la central de Cortes II y la presa de El Naranjero. Ya eran tiempos de estaciones totales, los primeros ordenadores y las calculadoras programables y la verdad es que se adaptó como siempre, con dedicación y esfuerzo. Él no iba a quedarse atrás por el empuje de los jóvenes.

Contaba que cuando el jefe del departamento de construcción de Hidroeléctrica Española, que había sido su jefe en la central de Cedillo, llegó por primera vez de visita a Cortes, estaba toda la cúpula de la obra esperando para recibirle y al bajarse del coche se puso a mirar entre ellos y les preguntó, “¿dónde está Marcos?” No había podido acercarse a recibirlo, y a su despacho que se fue directo a verlo y cuando lo tuvo delante le preguntó, “¿Qué opinas Marcos, seremos capaces de hacer esta obra tan compleja?” Mi padre le respondió que él estaba seguro de que sí, que había un equipo joven pero con experiencia en otras obras y los medios eran buenos y abundantes.

En 1989, finalizada esta última obra, pensó que era momento para compartir más tiempo con la familia y decidió jubilarse. Fue realmente una decisión muy meditada, seguramente de las más difíciles de toda su vida, porque para él su trabajo era su vida, pero su siguiente destino iba a ser lejano y con los hijos ya crecidos, incluso con nietos, suponía separarse de todos nosotros y ya no estaba tan dispuesto.

Se cerraba la etapa sin duda más importante de su vida. Hizo grandes amigos entre sus compañeros - yo debo mi nombre a dos de ellos - y esa amistad se prolongó en algunos casos hasta el final de sus días.

Me llena de orgullo poder afirmar que, junto con todos ellos, contribuyó con su trabajo y esfuerzo a la electrificación y desarrollo industrial de aquella España atrasada que les tocó vivir.

Y debo añadir que a su gran labor profesional hay que sumar su dedicación a la familia, ya que si algo somos ahora sus hijos, tengo claro que se lo debemos por entero a él y a su ejemplo.

No quisiera extenderme demasiado abusando de la oportunidad que se me ha brindado por parte del Colegio para contar su historia. Realmente solo he querido hacer un breve recorrido por su vida profesional, con todos sus destinos, e ilustrarlo con una selección de fotografías de su colección particular que son representativas de su paso por las distintas obras, y que en mi opinión tienen un cierto valor histórico.

Debo reconocer que me he tomado la licencia de contar algunas anécdotas que, de no ser por los años que han pasado y porque muchos de sus protagonistas ya no viven, seguramente no me habría atrevido a contar.

Sin duda vivió una época excepcional, con unas obras ciertamente complejas, unas condiciones de trabajo duras, los traslados de domicilio, los cambios de colegio de los hijos, la vida en unos poblados muy aislados… pero nunca le oí quejarse, más bien al contrario. Tuvo ofertas para cambiar a otros trabajos, pero decidió no hacerlo y siempre nos decía que nunca se arrepintió de su decisión. Había tenido la oportunidad, o más bien diría la suerte, de trabajar en lo que más le gustaba y, además, de hacer unas obras importantes. Como su trabajo realmente era también su mayor afición, tampoco podía pedir más.

Descansa en paz, papá.

Carlos Vicente Fernández González. 25 de abril de 2021. Día de San Marcos

 

 
CAMPAÑA "UNO DE LOS NUESTROS" 
 
¿Te gustaría participar en siguientes ediciones de la campaña "Uno de los nuestros" o consideras que deberíamos difundir la labor de alguno de nuestros profesionales que destacan o han destacado en como profesionales de prestigio dentro de nuestra profesión?
 
Desde la Delegación Territorial de la Comunidad Valenciana y Región de Murcia pondremos en valor a nuestros profesionales en diferentes sectores, así como recordaremos a algunos de los compañeros que nos han dejado, contacta con nosotros si conoces a algún compañero que deba formar parte de este reportaje en próximas ediciones.
 
DELEGACIÓN TERRITORIAL DE LA COMUNIDAD VALENCIANA Y REGIÓN DE MURCIA
ILUSTRE COLEGIO OFICIAL DE INGENIERÍA GEOMÁTICA Y TOPOGRÁFICA
 
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    A la derecha, con dos compañeros en la oficina técnica de Construcciones Llaneza. Oviedo. 1956
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    Carreteras de Ibias (Asturias). 1957
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    Presa de Valdecañas (Cáceres). 1962
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    Valdecañas (Cáceres). 1964
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    Presa de Azután (Toledo). 1969
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    Presa de Alcántara (Cáceres). 1972
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    Presa de Cedillo (Cáceres). 1973
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    Presa de Cedillo (Cáceres). 1975
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    Central Nuclear de Cofrentes (Valencia). Vista general de las obras. 1987
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    Central Nuclear de Cofrentes (Valencia). Torres de refrigeración. 1980
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    A.H. Cortes - La Muela (Valencia). Presa de Cortes II. 1984
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    A.H. Cortes - La Muela (Valencia). Observando los efectos de la crecida del río Júcar. 1987
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    Esquema de las centrales hidroeléctricas del Tajo. Fuente: H.E.
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    Presa de Azután (Toledo). 1967
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